Toda persona que obedezca a Dios y todo lo que haga prosperará.
Desde que tenemos uso de razón, nuestra mente comienza a grabar algunas expresiones, por eso no creo que hayamos olvidado alguna orden de nuestros padres, diciéndonos: “Eso no se hace”, “no desobedezcas mi orden”, “No te lo vuelvo a repetir”, y otras expresiones más que recordarán como si hubiesen ocurrido ayer. Eso es historia y ha tenido su impacto en nuestras vidas.
Desde que tenemos uso de razón, nuestra mente comienza a grabar algunas expresiones, por eso no creo que hayamos olvidado alguna orden de nuestros padres, diciéndonos: “Eso no se hace”, “no desobedezcas mi orden”, “No te lo vuelvo a repetir”, y otras expresiones más que recordarán como si hubiesen ocurrido ayer. Eso es historia y ha tenido su impacto en nuestras vidas.
En la Palabra de Dios encontramos hombres y mujeres que obedecieron con el corazón y fueron recompensados por Dios: Noé, Abraham, Isaac, Moisés, David, Daniel, Job, Samuel, Ruth, Esther, Pedro, Juan, Pablo y muchísimos otros; son un pequeño ejemplo de una vida de obediencia total al Señor. Estas personas caminaron con Dios y no se olvidaron de Él; caminaron con el Padre y no olvidaron sus enseñanzas. Ellos recibieron un gran premio.
Por otra parte, encontramos hombres que desobedecieron a Dios. Muchos de nosotros, hemos visto películas que trata sobre la vida de Sansón; un hombre consagrado a Dios. Aquel ser que poseía una fuerza impresionante, se fue apartando del Señor sin darse cuenta hasta que cometió su primer error, decidió entregarse a los placeres de manera desenfrenada y Dios se apartó de Sansón y él ni se enteró. Vino a su vida una tragedia, iniciando así su calamidad espiritual y física hasta el día de su muerte.
Judas Iscariote fue un caso emblemático e inolvidable. Lo podemos recordar como el hombre que traicionó a Jesús después de haber caminado con Él. Se ocupaba de las finanzas que tenían en común, era el administrador, pero con el pequeño detalle que era un ladrón y se aprovechaba sacando dinero para él (Juan 12:6). El Señor Jesús, lo sabía y no lo delató, sin embargo, anunció en varias oportunidades que alguien lo traicionaría (Juan 6:70); porque él era el hijo de perdición (Juan 17:12), y la escritura debía cumplirse.
Estos hombres, pagaron muy caro el precio por ser desobedientes ante el Padre. Fueron escogidos por Dios para cumplir una misión digna en la vida y lamentablemente se desviaron de la voluntad divina.
Posiblemente hayas incurrido en alguna desobediencia en tu vida; si es así, existe una esperanza. Cuando nos arrepentimos genuínamente ante Dios, Él nos perdona y eso se hace a través de su hijo Jesús. En tiempos pasados, un pueblo entero se arrepintió de sus errores, clamaron a Dios y la lluvia de bendiciones fue muy grande. La petición debe ser de nosotros y Dios hará de acuerdo a su plan. El espera por ti.
Bendiciones
Bendiciones
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