Si tomamos unos segundos en pensar el significado de la palabra sujeción, podríamos fácilmente definirla como: subordinación, unión, obediencia, sometimiento, encadenamiento, esclavitud, sujetarse a, y; muchas palabras que puedan venir a nuestra mente, seguramente usted y yo, la relacionaríamos con el mismo significado.
La sujeción es un proceso que debemos desarrollar a medida que vamos avanzando en nuestras vidas, por ejemplo: La Biblia nos enseña que Jesús se sujeta en todo al Padre. Dios es quien tiene toda la autoridad y esa autoridad se reconoce como lo hizo el hijo. De esta manera nos lleva a pensar que la sujeción no es una simple acción, va mucho más allá.
La Biblia nos enseña que tú y yo somos iguales. Job 33:6a: "ante Dios, tú y yo somos iguales". Ante este planteamiento lineal, una gran cantidad de personas ha caído en el error de mal interpretar lo que significa ser todos iguales. Por esa mala interpretación el machismo y el feminismo ha tomado un papel protagónico lamentable, ha destruido a miles de hogares. La sujeción ha sido desplazada por la desobediencia del ser humano.
Las Escrituras, nos enseña como someternos unos a otros. Aunque somos iguales ante Dios, también es cierto que debemos sujetarnos a un orden jerárquico establecido en Su Palabra. Cuando una pareja decide casarse por la iglesia, si bien es cierto que es un acto inolvidable por la ocasión, también es cierto que apenas el matrimonio comienza en ese escenario y todo parece marchar bien hasta que aparecen las crisis. Dios nos enseña que a pesar de las dificultades que podamos atravesar, no se viole la promesa que hicimos en el altar.
Someteos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó así mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el levantamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo con respecto de Cristo y de la iglesia. Porque lo demás, cada uno de nosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido. Efesios 5:21-33 RV60
Dios les bendiga
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