Venimos al mundo con las manos cerradas y morimos con las manos abiertas. Cuando empezamos a vivir, queremos agarrarlo todo y cuando nos vamos, lo dejamos todo.
Desde que iniciamos nuestro transitar por este mundo, la vida es como un billete; sólo se puede gastar una sola vez. Eso nos llama a la reflexión en pensar en donde debe estar la verdadera inversión en el transcurrir físico en el tiempo que Dios nos permite estar aquí.
Podemos preguntarnos cual es el valor de la vida y la respuesta es sencilla y a la vez, difícil más no imposible de ejecutar: Hacer la voluntad de Dios en todo momento.
A través del tiempo, he comprendido que si no obedecemos en este mundo, de dónde vamos a sacar la cara de buena gente frente a la presencia del Señor cuando Él todo lo sabe. Nos engañamos a nosotros mismo con nuestras apariencias y nuestro actuar sin tener conciencia. Cada uno de nosotros en el lugar que nos encontramos, somos responsables de escoger el camino a seguir. Dios nos dio libre albedrío.
"No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón" Mateo 6:19-21
Bendiciones