El ser humano con frecuencia debe alimantarse para que el cuerpo tenga los nutrientes suficiente como las vitaminas y minerales, las grasas, los carbohidratos, hierro, fósforo, entre otros; a través de los diferentes tipos de alimentos permitidos. Bien alimentado y con un poco de ejercicio, todo debería marchar de manera excelente. Ahora bien, ¿Qué pasa cuando ingerimos los alimentos llamados chatarra?, La respuesta es muy sencilla, nos llenamos pero al mismo tiempo nos vamos enfermando lentamente. Nos ponemos obesos poco a poco, y el cuerpo comienza a sufrir ciertos cambios que a lo largo del camino nos enfrentamos con las consecuencias.
De la misma manera nos ocurre en la parte espiritual. Cuando nos alimentados de la buena Palabra, nuestro espíritu está despierto, ejercitado, en sintonía con el Creador y atento en discernir entre lo bueno y lo malo.
Hoy día, nos encontramos con muchos chef que toman una porción del alimento divino, lo sazonan con recetas magistrales, los sirven con una presentación que nos dejan impactados, los ingerimos acompañado de una buena música, un apetecible coctel, un buen postre y finalmente la cuenta para irnos en paz.
Existe la posibilidad que regresemos al lugar o sencillamente no lo hagamos si hemos padecido de una jaqueca o una indigestión horas después de haber salido del restaurante. Por experiencia propia lo he padecido.
Así como el cuerpo tiene una reacción a ciertos alimentos preparados, también el espíritu del hombre puede tener la misma percepción, si después de haber escuchado una porción de la Palabra de Dios, puede discernir si el Chef ha preparado y ha seguido las instrucciones de Su maestro, El Señor Todopoderoso. De nada vale con intentar demostrar y al mismo tiempo engañar lo que se puede percibir espiritualmente. Al final del camino individual, todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, y en especial los Chefs que han sazonado la Palabra. En el libro de Ezequiel 34, encontramos como Dios les recuerda aquellos que se han salido del Manual del Señor.
Los hijos de Dios no pueden darse el permiso de sufrir de desnutrición ni obesidad espiritual, debemos alimentarnos correctamente y dejar que el Espíritu Santo transforme nuestra vida y de esta manera estaremos saludables física y espiritualmente.
Bendiciones para todos.